Entrevista

ANTONIO INGLÉS GARRE

Empresario agrícola. Fundador y expresidente de Fruveg S. Coop. y Agridemur S.L.

Antonio Inglés Garre (Torre Pacheco, 1951) es un referente del sector agrícola en el Campo de Cartagena. Abrió mercados en toda Europa para los productos de hoja y fue pionero en apostar por las producciones de hoja destinadas a cuarta gama (ensaladas preparadas) cuando a muy pocos les interesaba. Ha defendido los intereses de los agricultores y ayudado a fundar y presidir hasta 2013 la cooperativa Fruveg, sorteando numerosos obstáculos a lo largo de su carrera como empresario agrícola. Hombre hecho a sí mismo, pasó de agricultor a crear un pequeño conglomerado de una docena de empresas de producción y comercialización de productos hortofrutícolas, así como de soluciones agroquímicas y biotecnológicas, entre las que destacan la también asociada de Proexport, Agridemur S.L., e Insur Protección Vegetal S.L.

A sus 73 años, Antonio Inglés, casado y con cuatro hijos que siguen sus pasos, es un agricultor y empresario comprometido y entregado al sector. Trabajador infatigable, recibe el reconocimiento de Proexport a su dilatada y fructífera trayectoria empresarial. En esta entrevista realiza un repaso a sus experiencias en el sector.

¿Qué representa para usted este reconocimiento?

Un tremendo orgullo, aunque yo hubiera preferido que se lo dieran a todo el sector agrario por el gran esfuerzo que hacen todos los empresarios agrícolas ante las dificultades. Lo acepto porque me lo concede Proexport, que es mi casa, pero nunca me han gustado las fotos, ni figurar. Me gusta estar en mi trabajo y ya está.

¿Cómo es su vida diaria, su relación con la empresa?

Pues ahora están mis hijos al frente, por un lado, es una satisfacción y por otro una preocupación. Antes trabajaba 14 horas diarias y ahora sólo ocho. Pero un empresario nunca se retira. Se retira cuando se muere.

Usted ha creado un pequeño imperio de la nada. ¿En cuántas empresas participa?

He presidido la cooperativa Fruveg durante 20 años y mis empresas son Insur, que se dedica a los productos agroquímicos, y Agridemur, de productos de hoja y melón. Pero yo en todas las empresas y proyectos que emprendo o participo, lo hago junto a distintos socios, aproximadamente una docena.

Dicen que es usted un hombre hecho a sí mismo. ¿Cómo empezó?

Mi padre era agricultor y yo he sido agricultor desde que nací. Con 12 años tuve que empezar a trabajar. A los 18 años compré dos cosechadoras con unos primos y nos pasábamos los veranos segando en Andalucía o en Castilla La Mancha. Íbamos donde nos llamaban. De los 18 años a los 26, viviendo tan cerca del mar, yo no me bañaba porque me pasaba el verano trabajando fuera. Ya con 27 años fue cuando creé Insur.

¿Y cómo se le ocurrió?

Comencé a trabajar de celador en el Campo de Cartagena en el año 79, cuando llegó el trasvase. Repartíamos el agua a los agricultores dependiendo de lo que nos asignaban cada día. Y empezamos a vender a los agricultores productos agroquímicos para mejorar la sanidad vegetal en el campo con Insur. Y ya en el 96 fue cuando me hice cargo de Fruveg S. Coop. y más tarde nació Agridemur SL.

Usted se hizo cargo de Fruveg en un momento muy difícil y le dio la vuelta.

Los compañeros de la cooperativa me pidieron que me hiciera cargo en 1996. La situación era muy complicada porque tenía una deuda enorme, cercana a los 600 millones de pesetas. Por suerte, se pudo salvar y todo salió bien.

¿Y cómo lo consiguió?

No hice nada en especial. Lo único que puse fue sentido común a las cosas, que a veces no se hacen así. En la cooperativa todo el mundo cobraba, menos los agricultores, y eso no podía ser. Yo lo que hice fue pagar lo justo a todo el mundo. Ajusté costes sin pasar por encima de nadie. Y dejé algunos de los clientes con los que estábamos trabajando a pérdidas. Son decisiones lógicas. No se puede pagar de más ni de menos. En los negocios se pueden tener amigos, claro, pero de forma razonable. En Fruveg, el que sigue acordando los precios de venta soy yo y nuestro equipo comercial. ¿Por qué? Porque es el punto más delicado de las cooperativas.

Porque se suele pagar de menos…

Porque desgraciadamente en el agro muchas veces todo el mundo cobra menos el agricultor. Ese es el mayor error.

Usted fue un poco visionario porque apostó por la IV gama cuando nadie lo hacía.

En aquellos años había una competencia brutal y producir específicamente para la IV gama, la industria de las ensaladas listas para consumo, era un sector que casi nadie quería. Entendí que no te ibas a hacer millonario, pero con una buena gestión te podía hacer ganar de forma constante. Se ganaba poco, pero era más seguro que el mercado en fresco.

Cuenta su director comercial, Laureano Montesinos, que fueron abriendo mercados por Europa en una época en que era muy complicado, cuando no existía el email ni móvil.

Nosotros hemos llegado a dormir en Inglaterra, comer en Bélgica y cenar en Holanda, porque había que salir y no parar. Pero lo más importante es siempre ser formal. Lo que se diga, cumplirlo. Eso lo he llevado a rajatabla. Siempre hemos mantenido los precios pactados con nuestros clientes y eso nos hizo ser creíbles en Europa y tener hoy lo que tenemos.

Logró además algo que cualquier empresario querría, ser proveedor de una multinacional como McDonald’s.

Aquí en el sureste solo tres empresas estábamos certificadas por McDonald’s. Empezamos a trabajar con una fábrica de Francia que les servía a ellos. Luego vinieron a visitarnos y poco después nos certificaron. Cuando Rusia abrió su mercado, solo había dos empresas que pudieran servir allí a McDonald’s y una de ellas era la nuestra. Mandábamos un camión diario de lechuga a Rusia en esos momentos. Cuando empezamos con la IV gama, el 75% era para McDonald’s en toda Europa. Nos dieron la confianza y creo que fue porque vieron que hacíamos las cosas bien. Ese fue uno de nuestros mayores aciertos. Tienes que demostrar que no sólo haces las cosas por dinero, sino por sentido común y profesionalidad, y es lo que te hace crecer.

¿Se imaginó que tendría esta trayectoria tan exitosa?

Vamos a ver, tan exitosa tampoco. Pero cuando tenía 25 años nunca me imaginé que estaría donde estoy hoy. Nunca.

De todo lo que ha vivido y creado como empresario, ¿qué considera más relevante? ¿Se queda con algo en especial?

Me quedo con el respeto que creo que tengo en mi ambiente, en mi sector y entre mi gente. Esa es mi principal satisfacción.

¿Cómo ha sido su relación con Proexport y que aporta la asociación a mejorar el sector?

Proexport es muy necesaria. Si no existiera, habría que crearla. Es un interlocutor muy importante en las relaciones con la administración regional, nacional y europea, así como con otros sectores, clientes y grupos de interés. Uno por uno, nosotros estaríamos completamente indefensos. Es necesaria una asociación que defienda nuestros intereses y nos guíe para ser mejores. Creo que la sociedad no se da cuenta de lo importante que es hoy la agricultura y la alimentación y en Proexport trabajamos para ponerla en valor.

¿Cómo valora el papel de la administración hacia los empresarios agrícolas?

En Europa nos sentimos muy abandonados. Los países del norte de Europa quieren alimentos saludables, pero también de importación. Estamos cansados de ver como Alemania y otros, con tal de exportar su tecnología, dejan a cambio entrar productos agrícolas de terceros países a Europa sin estar sometidos a lo que nos exigen a nosotros.

¿La normativa no es igual para todos?

Debería. Pero te pongo un ejemplo. El limón que está entrando de Turquía, de cada 10 camiones, se revisa uno, y en la campaña pasada, el 50% de los que se revisaban presentaban materias activas prohibidas en Europa. Y siguen dejándolos entrar. Con los productos de Sudáfrica o Marruecos igual. No se mide con el mismo rasero la agricultura europea que lo que entra de fuera. Con la pandemia la agricultura se valoró mucho, pero después se ha olvidado. Y si Europa sigue con su Agenda 2030 y sin dialogar con los agricultores, vamos todo a pagar los alimentos mucho más caros y en menos de 20 años veremos bastante desabastecimiento por las restricciones que supone.

¿Usted siente que la sociedad no les valora?

La sociedad no nos valora. Y en esta zona menos por el tema del Mar Menor.

Es uno de los temas más controvertidos con los que han tenido que lidiar en los últimos años. ¿Qué responsabilidad piensa que ha tenido la agricultura en su deterioro?

La conciencia y conocimiento ambiental que todos tenemos hoy, nada tiene que ver con la que teníamos décadas atrás, ¿verdad? El sector ha reconocido que ciertas prácticas agrícolas de aquellos años generaron impactos ambientales que hoy, con mucho asesoramiento técnico, fuertes inversiones y duro trabajo de agricultores y empresas, hemos aprendido a amortiguar y a evitar. Es muy injusto demonizar la agricultura, utilizarla de cabeza de turco y ni siquiera reconocerle esa ejemplar transición desde 2016. Como injusto es ocultar que en el deterioro del Mar Menor hubo otros factores, bien identificados por científicos y ecologistas, que contribuyeron tanto o más que ella a su deterioro. Me refiero a las aguas residuales de los municipios costeros, al brutal desarrollo urbanístico y demográfico en esas décadas, la contaminación por la actividad minera, ciertos usos turísticos y determinadas infraestructuras públicas mal planificadas que no ayudan cuando hay lluvias torrenciales con arrastres. Sólo el agro ha mejorado drásticamente sus prácticas desde que supimos que podía producir daños ambientales, además lo ha pagado todo de su bolsillo, sin tener acceso a las ayudas del Ministerio que reciben todos los demás, y, sin embargo, algunos insisten en no reconocérselo. Ellos sabrán.

¿Está de acuerdo con las limitaciones que se han puesto a los cultivos en el entorno del Mar Menor?

Pues creo que algunas cosas están bien, pero otras no tienen más sentido que perjudicar al agricultor, sin mejorar el Mar Menor. Por ejemplo, impedir que los agricultores extraigan de forma controlada agua del acuífero para tratarla y reutilizarla. Prefieren que no se nos vea como parte de la solución, aunque los bajos de las casas de los vecinos acaben inundándose.

Dentro de la agricultura de la comarca, ¿hay conciencia para no perjudicar el Mar Menor?

Le aseguro que el agricultor y las empresas agrícolas son los más concienciados en el tema del Mar Menor. ¡Se están gastando verdaderos disparates para no perjudicarlo, alguno acabará arruinado! El 98% de las medidas se están cumpliendo, seguro. Puede haber algún desaprensivo que no lo haga, claro, pero la inmensa mayoría están muy concienciados. Y en contra de lo que algunos dicen, las empresas, cuanto más grandes son, más cumplen los parámetros. En la agricultura regional todos intentamos mejorar las cosas.

¿Qué pediría para el sector?

Respeto.

¿No lo tienen?

No, a la opinión pública nos la han echado encima de forma inmisericorde con campañas de desprestigio y la sensación que han creado es que el agricultor o el empresario agrícola es un delincuente. Pues es todo lo contrario. Hemos avanzado en sostenibilidad una barbaridad, más que nadie, pero las buenas noticias no son noticia. Si no existiera la agricultura, ¿qué comeríamos?

Algunos abogan por la agricultura ecológica.

Algunos con poca experiencia en agricultura. El ecológico se ha impulsado con mucho bombo y platillo; pero no se paga, y si no se paga, el agricultor se arruina y abandona el campo. El producto ecológico se pagaba un 30 o 40% por encima del convencional hace 15 años. Ahora no es más de un 8 o un 10% en origen, pero en el supermercado se vende a un 25% más caro. Así no se puede trabajar. Se produce más ecológico del que se vende. La gente va al supermercado y quiere que tenga las mismas características de homogeneidad en peso, color, forma y precio que el convencional y eso no puede ser.

¿Y cuál es la alternativa?

Ahora hay una figura intermedia que creo que acabará imponiéndose que es Residuo Cero. Es un producto convencional que en los análisis no tiene residuos químicos. Se pueden utilizar fitosanitarios en algún momento del cultivo, pero ha de degradarse antes de llegar al consumidor. Nosotros estamos cultivando parte de la producción así y solo es un 6-7% más caro.

¿Cómo valora la situación de la agricultura regional?

La agricultura regional, es de las más adelantadas que hay en el mundo. No es un lema, es una realidad contrastable. Pero para poder trabajar bien, hay que tomar decisiones. Por ejemplo, pagar lo que se tiene que pagar por los productos. La agricultura tiene que seguir y esperemos que Europa y España se den cuenta de la importancia que tiene y lo que puede venir si siguen por el camino que van.

¿Qué puede venir?

A día de hoy, un buen número de empresas del sureste y levante español, no sólo de Murcia, están acabando en manos de fondos de inversión. Empezaron a comprar hace 6-7 años. Los fondos de inversión pasaron por unos años de bonanza y tenían que invertir. Se pensaba que el campo era la panacea y decidieron venir aquí para luego salir y recoger beneficios. Pero también puede ser que se estén posicionando y que en 10 o 15 años, cuando controlen el 70% de algunas producciones, marquen ellos el precio de los productos en Europa.

Vaya…

Que el fondo de inversión de la Universidad Harvard venga aquí a comprar, será por algo. Ya poseen varias empresas…

En el Campo de Cartagena es usted un referente. ¿Qué les diría a los empresarios actuales?

Que hay que tener palabra, ser serio trabajando, cumplir con los compromisos que uno adquiere, intentar mejorar cada día y no ir a hacer dinero de forma rápida y nada más. En este mundo, como en casi todos, hay que tener sentido común. Con sentido común, las cosas ni son tan difíciles ni tan complicadas.

 

Reconocimiento a una trayectoria ejemplar

Antonio Inglés ha creado un pequeño imperio con Insur (empresa de agroquímicos) y Agridemur (productos de hoja para cuarta gama) a la cabeza. Durante 20 años ha sido presidente de la cooperativa Fruveg, que consta de 22 socios, comercializa 50 millones de kilos de productos y obtuvo 34 millones de facturación en 2022.

Persona muy inquieta, inconformista y con una amplia visión de futuro, siempre ha intentado unir al sector y poner en valor el Campo de Cartagena. Por eso “este es un reconocimiento a toda su trayectoria y a su buen hacer”, destaca Mariano Zapata, presidente de Proexport. “Es un gran empresario que empezó de la nada, se hizo a sí mismo e impulsó varias empresas y todas funcionan perfectamente. También se ha sabido rodear de un buen equipo y eso dice mucho de él. Hacen falta referentes como Antonio Inglés, sobre todo para la gente joven que quiere comenzar en este sector porque es un ejemplo a seguir”.

El director de Proexport, Fernando Gómez, coincide en que “necesitamos referencias como Antonio Inglés. Él es de los que han realizado una gran transformación en el mundo agro. Empresas que han hecho una enorme evolución de la agricultura tradicional a la agricultura moderna, eficiente y sostenible, que es la que nos va a alimentar mañana.”

 

Descarga el dossier con la entrevista a Don Antonio Inglés

 

 

 

 

 

 

 

 

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