Los productores se esfuerzan por atender una demanda más desigual cada día como paradójico efecto de la globalización.

La globalización agroalimentaria ha generado un paradójico fenómeno: el mercado, lejos de uniformarse, se ha segmentado. Y lleva camino de atomizarse, hasta el punto de que cada consumidor acabe adquiriendo productos a su medida personal. La presencia en las estanterías de los supermercados de Bélgica, Alemania, Reino Unido y Polonia de tomates, pimientos y brócolis cultivados en las mismas fincas de la Región de Murcia no ha igualado el género que les llega para aprovechar las sinergias de la globalidad. Al contrario, cada país, e incluso cada región, y a veces cada colectivo, exigen su propio formato de tomate, pimiento o brócoli, por seguir con los mismos ejemplos. La producción está, de hecho, cada vez más segmentada para cubrir unos gustos dispares sobre un mismo cultivo.

«La segmentación es una de las tendencias más claras que estamos viendo en el mercado», afirma Antonio Villarroel, que es el secretario general de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove). Se trata de la patronal donde se agrupan las compañías que desarrollan las semillas de los nuevos productos, que constantemente aparecen en el mercado para atender unos gustos cambiantes. Se está originando lo que el especialista califica de «descommoditización», que es lo contrario al extendido anglicismo, ‘commodity’, con el que el sector se refiere a la generación en masa de productos con un muy bajo nivel de diferenciación o especialización.

Diferencias por país

Un segmento de comercialización puede estar conformado, por ejemplo, por un tipo de consumidor especialmente preocupado por alimentarse con productos saludables y que, a la vez, cumplan con unos estándares propios de su zona geográfica. El director comercial de la exportadora Campo de Lorca, Sebastián Aguilar, utiliza un cultivo que en principio debería entrañar poco misterio, como es la coliflor, para ejemplificar las dificultades que comporta atender a distintos mercados con distintas soluciones: «Los nórdicos quieren una coliflor pequeña, mientras que en España y Alemania la buscan grande», explica, «y no se las sirvas al revés porque entonces no las quieren». En el caso del tomate, por poner otro ejemplo, «en Inglaterra lo prefieren de un color abutanado, más claro, pero en países como Polonia y la República Checa esperan un rojo intenso o, de lo contrario, te dirán que está verde y lo rechazarán».

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Artículo publicado en Agro del Diario La Verdad de Murcia.

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